viernes, 7 de febrero de 2014

El genio de la raqueta que nunca ganó un torneo "MANSOUR BAHRAMI"

Es el hijo de un jardinero de Teherán. Durante su juventud llegó a dormir en las calles. Pero hoy vive en hoteles de cinco estrellas y se codea con celebridades. Todo gracias a la raqueta. Y sin embargo, jamás ha ganado un título individual en el circuito de la ATP. Protagonizó una modesta carrera como jugador de dobles. En individuales jamás llegó a sobrepasar el puesto 129 de la clasificación. Nació y creció en un país tan poco relevante para el circuito tenístico internacional como Irán. Estaba obsesionado con jugar al tenis, pero lo tenía tan difícil por si situación social que terminó practicando con sartenes. En circunstancias normales ni siquiera hubiésemos oído hablar de él. Sería uno de tantos tenistas de segunda fila que se retiran sin que el público haya escuchado mencionar su nombre. Y, sin embargo, Mansaur Bahrami es una estrella de las pistas. Los espectadores del circuito de torneos y exhibiciones para veteranos pagan casi tanto dinero por verlo jugar a él como por contemplar a los mismísimos John McEnroe y Jimmy Connors. ¿Cómo es tal cosa posible? Pues porque quizá no hablemos del mejor jugador, pero probablemente sí del tenista más carismático de todos los tiempos.
Hoy en día, sus exhibiciones son un cotizado espectáculo y comparte pista con McEnroe, Connors, Borg, Becker, Roddick, e incluso Rafa Nadal, Novak Djokovic y Roger Federer. Por otro lado, Yannick Noah e Ilie Nastase prologaron su autobiografía. El hombre al que un guarda rompió su única raqueta, que huyó de Irán para poder jugar al tenis, que había deambulado por las calles como inmigrante ilegal sin tener un lugar donde caer muerto, está llevando hoy en día una existencia cómoda y lujosa. Nunca ganó un torneo individual de la ATP, ni siquiera uno pequeño, pero los grandes nombres de la raqueta hablan de él con admiración, cariño y respeto. Se podrían extraer muchísimas lecciones de una vida como la de Monsour Bahrami. Pero quizá la más fácil de aplicarnos a nosotros mismos sería: nunca pierdas el sentido del humor, ni aun en las peores circunstancias. Porque, quién sabe, ese mismo sentido del humor podría hacerte rico algún día.
Y ahora, si me disculpan, me voy a practicar con las sartenes.
Bahrami 2